Todos conocemos empresarios que son referentes a nivel mundial por haber conseguido construir de la nada empresas que actualmente valen millones, que emplean a cientos de miles de trabajadores y que tienen unos volúmenes de facturación con los que nosotros no somos capaces ni de soñar. No hace falta ir tan lejos. Seguro que todos sabemos de empresarios de pequeñas y medianas empresas, más o menos cercanos a nosotros, que han conseguido aquello que nosotros anhelamos, que, habitualmente, coincide con un nivel de facturación determinado. Y siempre surge la misma pregunta en nuestra cabeza: ¿cómo lo han conseguido? ¿Qué saben que yo no sé?

Es cierto que las habilidades y aptitudes de cada uno, dependen, en parte, de los genes de cada cual. Pero os aseguro que la variable determinante se encuentra en el estilo de vida que adoptamos, más que en nuestros genes. Así que deja de servirnos la excusa de que son más inteligentes que nosotros, o que han tenido acceso a una mejor preparación que nosotros. ¿Entonces? Aquí va la clave: fuerza de voluntad. Dicho de otra forma: que las musas te pillen trabajando.

Creo firmemente en que éste es el misterio que se esconde detrás del éxito empresarial. Aquél que se esfuerza por hacer lo que no le apetece pero que sabe que es importante hacer, optimiza recursos, absorbe información, lee, compara… es el que encuentra el éxito. La concepción del éxito nos daría para otro post, pero creo que coincidimos con que el éxito depende de los valores y metas que cada uno establezca para sí mismo, y puede ir desde cobrar 10.000€ al mes, hasta llegar a casa antes de las 7 para estar con la familia. Sea lo que sea, no lo vamos a encontrar sin fuerza de voluntad.

Y es que, por muy ilusionantes y motivadoras que sean nuestras metas, todas ellas engloban aspectos que no nos motivan tanto. Tenemos mails que nos da pereza abrir para no amargarnos el día con su contenido, llamadas pendientes que nos producen ansiedad por su incomodidad, etc. Pero todo ello, todas esas pequeñas tareas, son imprescindibles para conseguir nuestra meta. ¿Nuestra actitud al respecto? En más ocasiones de las que nos gustaría reconocer: la POSTERGACIÓN. Vamos dejando las cosas para después, priorizamos aquello que de verdad nos gusta, el trabajo por el que empezamos nuestra aventura empresarial, y dejamos para vete tu a saber cuándo, todo lo demás, que es igualmente (sino más) importante.

Yo soy una gran amante de las “to do lists”. Necesito hacer listas para todo, es el método más efectivo de organización que he encontrado. Algo tan simple como escribirme todo lo que tengo que hacer durante el día, me ayuda a tranquilizarme y a la vez, curiosamente, me activa para ponerme manos a la obra. Es un reto conseguir hacer todo lo que me he propuesto. Hace unos años descubrí el planificador semanal, y desde entonces, cada viernes me planifico el trabajo de la semana siguiente, organizándolo por días según la urgencia, haciendo equilibrios para no tener días con mucho trabajo y otros con poco, y a medida que voy resolviendo tareas pendientes, me doy uno de los mayores placeres de este mundo: coger un rotulador rojo y tachar la tarea (¡os aseguro que la sensación no tiene comparación!)

Conozco a personas que usan el mismo método pero digital. Tienen el planificador en sus ordenadores o móviles. Es igualmente efectivo pero con una salvedad: ante una tarea que no les apetece hacer, solamente tienen que apretar el botón de “posponer” para que la tarea desaparezca automáticamente de la lista, para aparecer el día y hora que hayan decidido. Dejan de verla y por lo tanto, dejan de tener la consciencia de que algo que se habían propuesto hacer, no lo han hecho (a menudo por pura vagancia). Es muy cómodo, puesto que lo que no vemos, no nos afecta (corazón que no ve…).

La fuerza de voluntad es determinante para encontrar la suerte empresarial. No dejemos que las olas del mar y el viento lleven nuestra barca al puerto que les parezca. ¡Rememos! Somos los capitanes de nuestros proyectos y nos tenemos que esforzar para conseguir el éxito que deseamos. Cambiemos nuestros hábitos. No hay una fórmula mágica para hacerlo, cada uno somos distintos y por lo tanto, distintos serán los métodos que nos funcionarán. Pero empecemos a hacer cosas distintas. Podemos comenzar la mañana por lo que menos nos gusta para luego dedicar el resto del día a aquello que nos llena, o podemos reservarnos un día entero a la semana para hacer todo lo que más nos pesa, o incluso podemos recompensarnos con pequeños caprichos después de finalizar una tarea. ¡No hay nada escrito!  Experimentemos y descubramos qué fórmula es la que nos hace ser más productivos.

La sensación de superación después de haber hecho aquello que no queríamos hacer pero que sabíamos que debíamos, es empoderante y decanta la balanza de la suerte a nuestro favor, porque nuestra suerte, en gran medida, depende de nosotros.