Seguramente, agotadas las vacaciones, ya estemos reincorporados por completo a nuestros negocios. El cuarto trimestre del año se presenta complejo. Hay algunos aspectos que son inquietantes para las empresas, como la Nueva Ley General Tributaria, que otorga más poder a la Inspección y nos vuelve a remitir a la posibilidad de ampliar el periodo de inspección a 10 años. Las incertidumbres políticas inciden ya en la economía, de por sí complicada, y la actividad económica no levanta cabeza o lo hace muy lentamente. En octubre impuestos… en fin, nada nuevo bajo el sol. No obstante, hemos notado en nuestras empresas un aumento de la carga de trabajo, de facturación y en consecuencia de contratación laboral.

Como empresarios queremos y necesitamos consolidarnos, crecer y tener beneficios, lo que no es fácil. Releyendo lecturas he encontrado algunas virtudes que a otros empresarios les ha permitido conseguirlo, practicaban dos virtudes: integridad y conocimiento.

Integridad: Tiene que ver con el corazón, con nuestras motivaciones, con nuestra honestidad, y con nuestra forma de conducirnos. Hoy en día la corrupción no deja de sorprendernos. ¿Cómo competir contra grupos de empresarios corruptores y corruptos? Sin embargo, la integridad es la que nos da “buena fama” y en consecuencia la mejor publicidad, que puede quedar comprometida incluso con el más mínimo desliz.

Conocimiento: Es la capacidad de ser expertos en lo que hacemos, tanto por nuestros conocimientos como por la perfección con la que los desarrollamos. La pericia se demuestra en el momento clave, es decir, cuando uno tiene que tener inteligencia a la hora de actuar frente a un desafío o una situación crítica. Una muestra de conocimiento empresarial es rodearnos de consejeros competentes.

Os recuerdo cuatro pasos básicos que debemos tener en cuenta para seguir avanzando:

Primer paso: Verificar.

Comprobar si nuestra oferta es verdadera, es decir, que realmente nuestros clientes necesitan nuestros productos, y que siguen teniendo vigencia. La innovación no siempre es posible, pero la mejora y adaptación de nuestros productos a las necesidades de nuestros clientes son la mejor garantía de nuestra supervivencia y beneficio. Si nuestro negocio es una expectativa de beneficio únicamente para nosotros, terminará por ponernos contra las cuerdas.

Segundo paso: No subestimar las nuevas dificultades.

Los clientes reciben multitud de ofertas y algunas de ellas son claramente tramposas, pero pensar que nuestros clientes no son sensibles a ellas es una equivocación peligrosa que no podemos permitirnos. En un país con tanto “emprendedor obligado” cualquier nicho de mercado es susceptible de ser invadido. Pero tenemos la gran ventaja de nuestra fama, historia y experiencia. Entender nuestro negocio también implica preparación personal y de todo nuestro personal y nuestros clientes saben valorarlo.

Tercer paso: Actuar con inteligencia.

Este es el síndrome de muchos empresarios que toman decisiones sabias pero no las instrumentan de forma inteligente. La inteligencia es fundamental para poder llevar adelante la visión empresarial y hacerlo de forma adecuada.

Cuarto paso: Perseverar.

Excepto, a los que con una sola idea han conseguido el éxito para siempre, al resto nos toca perseverar, que se define como sostener e insistir con esfuerzo para conseguir una cosa y tiene como sinónimos: constante, infatigable, tenaz, firme, incansable, indesmayable, obstinado.

El viento y el sol solo consiguen arroparnos o desnudarnos, pero no nos impiden seguir caminando.