La Navidad, mucho más que una serie de comilonas es, seguramente, el periodo más poético del año. De nuevo otro año celebraremos la Navidad  en nuestro país bajo el influjo de una profunda crisis, no solo económica  sino también  de valores. Acampan a sus anchas la mentira, el robo, la corrupción la competencia desleal y desigual del que trabaja en la economía sumergida, el moroso profesional e institucional, la falta de financiación bancaria y otros muchos etc..

 Acabamos el año con una nueva regulación de la fiscalidad y anuncios de presión de inspecciones de Hacienda y Laborales, en fin,  nueva vuelta de tuerca para nosotros mismos  y nuestra actividad empresarial.

Sin embargo y pese a todo ello, muchos de nosotros hemos conseguido sobrevivir honradamente haciendo lo que sabemos: ser empresarios.

 Si de por sí, ya  en los días navideños  intentamos ver poco la crisis, yo os sugiero en primer lugar os preparéis personal y  mentalmente para disfrutar de este tiempo navideño. En segundo lugar,  que tratéis de no contagiar ni hacer víctimas de vuestras preocupaciones a la familia, (si tenéis la ocasión y suerte de estar con ella), y por último que no seáis insensibles a los que necesitan todo, porque como dice desde Nueva York un eminente siquiatra español: “Quien tiene la disposición de ayudar a otros, sale antes de la crisis”.

 Si, amigos, seguiremos siendo empresarios esperanzados.  La esperanza es una virtud no solo religiosa sino también empresarial, porque ella nos da fuerzas para seguir adelante aun cuando no terminemos de fiarnos del mensaje institucional de que ya hemos tocado fondo, y saldremos, relativamente pronto, de este durísimo bache económico.