Últimamente, alguna política de Madrid afirma una y otra vez que está en manos de la Providencia, que es la que ha dirigido toda su vida.
Recordemos lo que dice el Diccionario de la Real Academia Española:
Providencia. (Del lat. providentĭa).
1. f. Disposición anticipada o prevención que mira o conduce al logro de un fin. 2. f. Disposición que se toma en un lance sucedido, para componerlo o remediar el daño que pueda resultar. 3. f. Por antonomasia. Providencia de Dios. (Sin más amparo que Dios)
No sé en qué acepción estará pensando la susodicha, pero me inclino en que por la tercera. Tampoco quiero entrar en que, seguramente, la interesada misma estará de acuerdo conmigo en que sus meteduras de pata, (alguna ha tenido) no son acción de la Providencia, así como tampoco lo es el hecho de haber nacido perteneciendo a la nobleza, ya que de lo contrario, estaríamos hablando de un racismo injustificable por el que la Providencia premió a su familia y no a otras (que se lo merecían menos). Y que su misma carrera política ha sido fruto de luchas y peleas contra otros, en las que la Providencia ha tenido muy poco que ver.
No os recomiendo, mis queridos amigos, que fiéis todo exclusivamente a la Providencia en un acto de fe, y menos a la suerte. Nuestros refraneros están llenos de refranes que advierten de la necesidad de espabilarse. Recuerdo aquel tan divertido que le decía un padre escultor a su hijo aprendiz del oficio, el cual siendo un poco vago y ensoñador religioso, le decía al padre, -No se preocupe usted padre, las estatuas se acabaran cuando Dios quiera- (lo que le justificaba el no pegar golpe), y motivó la respuesta del padre: -A Dios rogando y con el mazo dando-.
No señor, vueltos de vacaciones, hay que emplearnos a fondo con el mazo o herramienta propia de nuestra profesión, para conseguir, si es posible, el éxito, o cuando menos, la satisfacción de estar haciendo todo lo posible por alcanzarlo. Conviene tener claro cuál es nuestra habilidad principal y nuestro objetivo, porque he conocido a empresarios que siendo muy buenos técnicamente, se despistaron queriendo conocer la jurisprudencia mercantil, laboral, contable y fiscal de su empresa, y acabaron arruinándose por dejar de hacer aquello para lo que servían de verdad.